Superocheros de México y Venezuela

En México y Venezuela se desarrollaron dos de los cuatro movimientos de cine Super 8 más importantes de América Latina en las décadas de los años setenta y ochenta. Tuvieron incluso una trascendencia internacional que evidencia el festival que se realizó anualmente en Caracas entre 1976 y 1989. La historiografía del cine latinoamericano, sin embargo, ha desestimado el Super 8.

En una caracterización muy escueta y discutible, pero aun así útil, citada por el historiador Álvaro Vázquez Mantecón (2012), el cineasta mexicano Rafael Rebollar atribuyó al Super 8 de su país una tendencia social, revolucionaria incluso, mientras que “los venezolanos antes de que hubiera video-arte ya lo hacían en Super 8” (p. 286). Como se verá, esto es discutible, pero sirve como punto de partida.

Ambos movimientos coincidieron en el uso pragmático del formato, como una alternativa más ligera y económica para hacer películas. También tienen en común, por la misma razón, la realización de largometrajes filmados en Super 8, como los de Diego Rísquez, en Venezuela, y los de Sergio García Michel, en México, por ejemplo.

En los dos países el cine Super 8 expresó una disidencia frente a regímenes represivos y de partidos políticos considerados corruptos. También frente a la expansión del cine industrial de calidad con el impulso del gobierno de Luis Echeverría (1970-1976), en México, y la creación del fondo de fomento Foncine (1981-1993), en Venezuela.

Este curso se propone introducir al conocimiento de estos movimientos y algunas de obras importantes de fácil acceso, de los realizadores mexicanos Eduardo Carrasco Zanini, Nicolás Echevarría, Silvia Gruner, Alfredo Gurrola, Gabriel Retes y Felipe Tirado, y además de García Michel, y los venezolanos Carlos Castillo, John Moore, Julio Neri y Rolando Peña, además de Rísquez.